Mireya, Eulalia, Penélope, Roberta y Jorgelina tienen nada y mucho en común. Si, son mujeres, compañeras de trabajo (se dedican a la construcción) con problemas comunes no sólo a la condición de mujer sino de trabajadoras.
La obra inicia con una suerte de presentación de cada una donde expresan libremente las situaciones personales en las que se encuentran atrapadas (el amor, la soledad, los hijos, la relación con los padres). Eulalaia está contenta porque encontró el amor en la ferretería, Mireya se prepara con pasión para un torneo de truco, Jorgelina no para de llorar porque el novio la dejó (¡por quinta vez!), Penélope teje y desteje, Roberta trata que el Ingeniero se enamore de ella… El trabajo las une, les da fuerza, las hace no sentirse solas y no depender de nadie.
El día laboral de estas mujeres (con el hit “Te taladro toda” incluido) finaliza con el hallazgo de una ser misterioso (Claudio) que las tomará por sorpresa y al que invitarán a quedarse en la construcción (luego de alimentarlo, llenarlo de preguntas y acomodarlo un poquito). Con la promesa de “no cambiarle la vida”, se despiden asegurando reencontrarlo la mañana siguiente.
Con mucha picardía y humor, esta obra refleja la humanidad del trabajo en equipo, la importancia de la cooperación para alcanzar un fin común. En los 60 minutos de duración es imposible que no nos sintamos identificados con las historias de los personajes que trascienden estereotipos y género.
Hace ya un tiempo leí una edición de la Revista Sudestada que hablaba sobre el Periódico Anarquista La Voz de la Mujer donde decía que a pesar de ser una publicación revolucionaria en aspectos ideológicos (y además una de las primeras editadas por mujeres) no era consumida únicamente por ellas: la gran mayoría de los lectores eran hombres. ¿Qué quiero decir con esto? Que en estos tiempos post-neoliberales que vivimos las situaciones de la vida a recorrer trascienden la cuestión del género: todxs en algún momento sentimos soledad, lloramos, se nos complica con los hijos, el trabajo, etc. Es imposible no sentirse identificado con esta puesta dirigida por Gabriela Izcovich que se presenta en el Teatro La Carbonera todos los sábados a las 21hs.
Esta obra tiene una escenografía despojada que logra el efecto de que el espectador se concentre en la problemática de los personajes, iluminación cálida que ayuda a que nos sintamos cómodxs.
Altamente recomendable para un público diverso que quiera pasar un sábado a la noche diferente en compañía de amigxs.
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