“Necesito de la bella certidumbre de tu estar aquí”
Esa fue la frase que me tocó en suerte cuando tomé mi lugar en la sala para ver La muñeca en su jaula, una obra que nos transporta con toda crudeza al mundo más íntimo de Alejandra Pizarnik. Y lo mejor de todo, es que lo hace a través de sus propios textos.
Habría sido fácil – muy fácil quizá – tomar uno de sus relatos, e intentar guionarlo de manera tal que el espectador se encontrara ante una historia de Alejandra. Pero Ezequiel Ludueña, director y dramaturgo, apostó más fuerte y trajo al universo teatral a la escritora misma; (re)construyó, mediante los más diversos pasajes de su obra, un otro relato, el de su propia conciencia. Sin dudas, tales pretensiones podrían haber derivado en un rotundo fiasco pero, afortunadamente, este no fue el caso.
La oscuridad, la amistad con la esquizofrenia, la desesperación del amor y de la desesperanza, el lazo eterno del silencio con las palabras y la inefable provocación de existir: todo ello está representado de manera magistral por Stella Maris Closas, quien se (nos) pone en la carne de una muñeca enjaulada.
Mención especial merece la escenografía, que demuestra que con poco se puede hacer mucho. De hecho, hasta puede decirse que es parte esencial de la narrativa, tanto o más surrealista que ella.
Creo que para aprovechar esta pieza, no es necesario conocer en profundidad la obra de Alejandra, pero sí, quizá, su biografía. O por el contrario, quizá algo de la obra, y nada de su vida. Sea como fuere, lo cierto es, a primera vista, no es “apta para todo público” (¿Será por eso que decidieron estrenarla en una sala pequeña? Por eso, y para que no se sienta el vacío más allá de ese que intencionalmente está en el escenario). Hará falta cierta sensibilidad, cierta intención de catarsis y tal vez un poco de desasosiego poético para penetrar en la densidad del cosmos que se nos ofrece. Con todo, tampoco es inaccesible por completo… En definitiva, ¡que cada quien entienda, si quiere, lo que quiera! Y si no entiende, que sienta. Y si no quiere sentir, que viva la experiencia que prefiera o que pueda. Lo que no le va a suceder es quedar indiferente.
Sepan disculpar lxs lectorxs de Brandy si escribo esta reseña con un cierto aire esotérico, pero creo que es la mejor manera de transmitir algo de esas “huellas poéticas sobre el escenario”, más aún cuando lo que queda es una pregunta que se impone: ¿dónde la jaula y dónde el jardín?
“El rock se dice de muchas maneras”, dijo Miss Boa, y ésta es una de ellas. Así que les sugiero que vayan y después me cuenten.
La muñeca en su jaula se presenta los domingos a las 19.00 hs. en el Teatro La comedia (Rodríguez Peña 1062, C.A.B.A)
Excelente nota!
Gracias!