Tito y Pepe esperan a Godot. Sin prisa, pero sin pausa, simplemente dejan que el tiempo los lleve por ciertos caminos y al encuentro de personajes que se mueven entre la crueldad y el ridículo. Consideran muchas alternativas para “matar” el tiempo en dicha espera, entre las que es recurrente la idea del ahorcamiento. Claro que luego de una breve discusión acerca de quién sería el primero, las condiciones del árbol y el peso de cada uno, deciden la imposibilidad de la empresa a falta de una cuerda.
Tito, un ser muy pragmático, logra el efecto de divertirnos es esta espera; Pepe, más analítico y con su discurso laberíntico, termina cayendo en su propia red, confundiéndonos a los presentes al punto de perdernos con él en sus largos silencios…
Como hacer una obra tantas veces hecha y rehecha es un desafío enorme, ya el hecho mismo de recoger el guante no es poca cosa. Sin embargo, con una escenografía despojada y un auditorio permeable a los sonidos externos, esta adaptación de Ana María Moix de Esperando Godot, la clásica pieza teatral de Beckett, no logra dar con el efecto deseado. La traducción del guión, por ejemplo, mezcló los registros al punto de confundir al espectador y desorientar a los actores. Eso, claro, sin tener en cuenta algunos lamentables errores en la conjugación verbal que, aun sin quererlo, nos sacan del mundo de fantasía en el que pretendemos perdernos. Esta puesta nos deja con sabor a poco.
Sin embargo, no todo es para el olvido: los serios comentarios de Tito fueron, sin duda, la perla de la noche: a más de uno logró arrancarnos una carcajada. Si alguien mereció el aplauso del final, fue él.
Esperando a Godot se presenta en el BAUEN (Av. Callao 360) los sábados a las 20.30hs con una duración de 90 minutos (que son transitados sin mayores dificultades).
De más está decir que el BAUEN es un orgullo para esta cronista como todas las Fábricas que están bajo control obrero. Verdadero ejemplo de lucha, solidaridad y autogestión: vale la pena ir a ver qué pasa. Y si el plan no te termina de cerrar, te das una vuelta por el bar ‘La Academia’, tabla de fiambres de por medio, y simplemente dejás que el tiempo transcurra.
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